Buenas noches.
Hoy os quiero contar sobre un libro que no me dejó indiferente, y supongo que a cualquiera que ya lo haya leído, la sensación habrá sido la misma que la que tuve yo. Se trata de la obra de Lion Feuchtwanger, Los hermanos Oppermann.
En esta obra, el autor narra los hechos acontecidos durante el ascenso de los nazis al poder, de una familia burguesa de Berlín cuya principal característica es ser judía. La novela transcurre entre los meses de noviembre de 1932 y agosto de 1933, y en ella se describe como, poco a poco, el clima de intolerancia se va haciendo cada vez más latente, con el único fin de marginar y expulsar a los judíos de la sociedad.
Los tres hermanos Oppermann, Gustav, Martin y Edgar, viven la evolución y transformación de la sociedad berlinesa. Partiendo de una actitud de rechazo y demonización de los judíos, hasta llegar a un estado de violencia física, que desemboca en el exilio, la muerte y los campos de concentración.
Hay dos cosas que me sorprendieron mucho de la obra. La primera es sin duda cuando fue escrita. Verano de 1933. Por lo que todos los hechos relatados, son una narración en tiempo real de lo que estaba aconteciendo. Es como si estuviésemos sentados en el balcón de nuestra casa en la "Prinz Albert Strasse", y viésemos con nuestros propios ojos el incremento de violencia, tanto verbal como física, hacia los judios, por parte de una sociedad supuestamente civilizada y avanzada.
La otra cosa que me dejo pensativo, fue la clarividencia con la que Lion Feuchtwanger veía el futuro. Conociendo la historia de lo que después aconteció en lugares de tan nefasto recuerdo como Madjanek, Treblinka o Auschwitz, te deja más anonadado aún la premoción que de esta obra se saca, habiendo sido escrita aproximadamente diez años antes de la puesta en marcha de la Solución Final.
Si queréis profundizar en la parte más psicológica de la sociedad alemana, o berlinesa de aquella época, os recomiendo que leáis este libro, y con total seguridad, además de engancharos desde la primera página, os dará que pensar.
Un saludo,
Javier
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